"Servir para servid"

Mi hijo mayor, Emilio, cumplió hace poco 25 años. En 2008 terminó la Licenciatura de Derecho; y este año, ha concluido un master en asesoramiento jurídico a empresas, decantándose por el ejercicio libre de la profesión -trabaja en un bufete de abogados-. Es un tipo excelente que como, muchos jóvenes, lleva incorporada de manera natural y espontánea la nueva visión que tanto se necesita. Como padre, mi apoyo consiste en que tal visión prevalezca y no se vea contaminada o absorbida por las caducas perspectivas y decrépitos modelos que aún dominan en el mundo actual. Con la inestimable ayuda de María Jesús, mi esposa, estamos en camino de conseguirlo.

En España, como en otros puntos de Iberoamérica, todo lo relacionado con la justicia funciona con extrema lentitud y se demora años y años la resolución de juicios y asuntos judiciales, incluso los de menor calibre. La crisis del sistema judicial ha llegado a tal punto que el próximo 8 de octubre se ha convocado una huelga de jueces y magistrados. Y hace tiempo que los ciudadanos nos deberíamos haber puesto en huelga para manifestar nuestro profundo malestar con el trabajo de bastantes de esos jueces y magistrados.

Quizá para que los nuevos profesionales del Derecho se acostumbren desde el principio a la parsimonia del sistema, hasta ayer no tuvo lugar el Acto Académico de Graduación de la Promoción 2003-2008 de la Licenciatura en Derecho de la Universidad de Sevilla: ¡15 meses después de que los integrantes de tal promoción, mi hijo Emilio entre ellos, terminaran sus estudios!. Pero, en fin, bien está lo que bien acaba, pues el acto contó una magnífica organización y resultó emotivo y hasta divertido. Mi felicitación por ello a Antonio Merchán, Decano de la Facultad de Derecho. Y, por extensión, a mi amiga Concha Horgué, Secretaria General de la Universidad de Sevilla, que presidió la ceremonia y fue, precisamente, quien colocó a Emilio la Beca (banda de graduación).

Con todo, lo que más me llamó la atención fue la intervención de Fernando Betancourt, Catedrático de Derecho Romano, elegido por los egresados como Padrino de la Promoción. Cuando le correspondió tomar la palabra, su mensaje central giró en torno a la conjugación del verbo “servir”, diferenciando entre su uso “objetivo” y “subjetivo”. El asunto es fácil, pero trascendente.

Desde la perspectiva objetiva, las personas y cosas nos sirven, nos son útiles, en el sentido amplio de la expresión: me sirve un vaso, una silla, un ordenador, un conocido, la familia, la comunidad,... ¡hasta el planeta y el Cosmos están mi servicio!.

En cuanto a la óptica subjetiva, soy yo el que sirvo: sirvo a mi familia, a mis amigos, a la sociedad, a la humanidad, a la Tierra, etcétera.

El profesor Betancourt concluyó solicitando a los graduados que centrarán el ejercicio de la profesión y la propia vida en “servir para servid”, esto es, ser útiles –diligentes, inteligentes, dispuestos, capaces- para poder servir a los demás.

Servir –tú, yo, el otro- para servid. ¿Imagináis un mundo en el que primara esta visión?. Pues ya sabéis: creer es crear.